Hola, soy la misma cabeza dura de siempre. Bueno, vos no me conoces, pero te voy a contar de mí:
Los viajes más largos los hago con los ojos abiertos y la cabeza en la almohada, así viajo y pocas veces viajo con luz. Pasa que a veces, la realidad se me cruza con los sueños y no puedo hacer más que tirarme al acantilado de la vida, en bolas. Sí, así no más juego a volar sin alas y me tiro sin pudor, no tengo problema en deshacerme antes de llegar o deshacerme con el impacto de la llegada. Así me gusta ser. Tornadito, impulsiva, características que aterran a la zona de confort son donde te encontré. Ey, vos. Me robaste la cabeza. Sí, ahora mismo estoy cancelando salidas, reordenando mi agenda, tal vez un poco sabiendo que vos también lo haces, o que vos también no lo haces. No me importa mucho, estoy con los ojos cerrados sintiendo el teclear y asegurando que mi agenda queda cerrada hasta la próxima herida visible.
Eso no era lo que quería que supieras de mí, siempre desvirtuando todo... llevando todo a lo que quiero que sepan y no a lo que tengo que decir... Tengo que contarte que me aburro todo el tiempo, la vida sin desafíos es tediosa, la vida sin planes no tiene sentido. El futuro le da sentido al presente, he leído o me lo he inventado, no sé.
No le doy paz a nadie, pero encuentro mucha paz en eso. No me gusta quedarme sentada con la mente en blanco, pero sí me gusta acostarme abrazada a los sueños. No tengo problema con lo rápido, me gusta el viento en la cara. A donde quiera que piense que la voy a poder jugar meto todas las fichas, y aunque me hagan jaque mate me siento ganadora porque jugué. Si perdió el otro me da lástima, siento lástima por la gente de forma continúa. La gente que pide en la calle, por ejemplo, me da lastima y no les doy nada; es que eso no les va a modificar la vida. A veces veo que ellos tienen más ganas de vivir que uno, buscar alimento es una tarea más difícil que la de buscar una vocación.
Hola, acá me tenés. Juguemos. Pero no me eches la culpa, vos pusiste esos ojos y se transformaron las miradas en fichas sin pensarlo, no sé en qué momento tenía tu mano en mi mano, mi mano en tu mano, tu mano en mi cara, un abrazo, un beso rozandonos, muy lento para hacer de cuenta que lo somos. Dos besos, qué rico olor. Y derepente sé, por un tiempo no voy a poder besar a nadie más. Bueno, che, sé que no debería, pero esos ojos... no me eches la culpa a mí, vos me miraste. No hacia falta que los claves de esa forma, un puñal de caricias a mi corazón. Ay, en qué te metiste...
No sabes que esto paso, no sé si lo vas a saber, pero sé que no voy a encontrar a alguien mejor. No quiero que lo sepas tampoco, con saberlo yo misma me alcanza para torturarme toda la vida.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario